Preicfes No 15 Marcel Proust

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Preicfes No 15 Marcel Proust - Quiz

RESPONDA LAS PREGUNTASDE ACUERDO CON EL SIGUIENTE TEXTO


Questions and Answers
  • 1. 
    Texto 3. Marcel Proust a Genevieve Straus Jueves, después de dejarte. Madame: Amo a mujeres misteriosas, puesto que vos sois una de ellas, y lo he dicho con frecuencia en   Le Banquet , en el que a menudo me habría gustado que usted se reconociese a sí misma. Pero ya no puedo seguir amándola por completo, y le diré por qué,  aunque  no  sirva de  nada,  pues bien  sabe  usted que  uno  pasa  el  tiempo  haciendo  cosas inútiles o,  incluso, perniciosas, sobre  todo cuando  se está enamorado,  aunque  sea  poco. Cree  que  cuando  alguien  se hace demasiado accesible deja que se evaporen sus encantos, y yo creo que es verdad. Pero déjeme decirle qué sucede en su caso. Uno habitualmente la ve con veinte personas, o, mejor dicho, a través de veinte personas, porque el joven es el más alejado de usted. Pero imaginemos que, después de muchos días, uno consigue verla a solas. Usted sólo dispone de cinco minutos, e incluso durante esos cinco minutos está pensando en otra cosa. Pero eso no es todo. Si alguien le habla a usted de libros, usted lo encuentra pedante; si alguien le habla de gente, a usted le  parece  indiscreto (si  le  cuentan)  y curioso  (si le  preguntan);  y si alguien  le  habla  de usted misma,  a  usted le  parece ridículo. Y así, uno tiene cien oportunidades de no encontrarla deliciosa, cuando de repente usted realiza algún pequeño gesto que parece indicar una leve preferencia, y uno vuelve a quedar atrapado. Pero usted no está lo bastante imbuida de esta verdad (yo no creo que esté imbuida de ninguna verdad):  que muchas concesiones deberían dársele  al amor platónico. Una persona que no es en absoluto sentimental se vuelve asombrosamente así si se la reduce al amor platónico. Como yo deseo obedecer sus preciosos preceptos que condenan el mal gusto, no entraré en detalles. Pero píenselo, se lo suplico. Tenga alguna indulgencia hacia el ardiente amor platónico que usted despierta, si todavía se digna creer y aprobarlo. Su respetuosamente leal, Marcel Proust. Davidson, Chathy N. El libro del amor. Barcelona: Círculo delectores, S.A., 1.994. Con la expresión que inicia el segundo párrafo: " Pero eso no es todo ..." el autor de la carta pretende
    • A. 

      Negar lo que ha dicho en el párrafo anterior.

    • B. 

      Reafirmar lo dicho hasta ese punto

    • C. 

      complementar una información que ha dado.

    • D. 

      Contradecir lo que ha dicho.

  • 2. 
    Texto 3. Marcel Proust a Genevieve Straus Jueves, después de dejarte. Madame: Amo a mujeres misteriosas, puesto que vos sois una de ellas, y lo he dicho con frecuencia en   Le Banquet , en el que a menudo me habría gustado que usted se reconociese a sí misma. Pero ya no puedo seguir amándola por completo, y le diré por qué,  aunque  no  sirva de  nada,  pues bien  sabe  usted que  uno  pasa  el  tiempo  haciendo  cosas inútiles o,  incluso, perniciosas, sobre  todo cuando  se está enamorado,  aunque  sea  poco. Cree  que  cuando  alguien  se hace demasiado accesible deja que se evaporen sus encantos, y yo creo que es verdad. Pero déjeme decirle qué sucede en su caso. Uno habitualmente la ve con veinte personas, o, mejor dicho, a través de veinte personas, porque el joven es el más alejado de usted. Pero imaginemos que, después de muchos días, uno consigue verla a solas. Usted sólo dispone de cinco minutos, e incluso durante esos cinco minutos está pensando en otra cosa. Pero eso no es todo. Si alguien le habla a usted de libros, usted lo encuentra pedante; si alguien le habla de gente, a usted le  parece  indiscreto (si  le  cuentan)  y curioso  (si le  preguntan);  y si alguien  le  habla  de usted misma,  a  usted le  parece ridículo. Y así, uno tiene cien oportunidades de no encontrarla deliciosa, cuando de repente usted realiza algún pequeño gesto que parece indicar una leve preferencia, y uno vuelve a quedar atrapado. Pero usted no está lo bastante imbuida de esta verdad (yo no creo que esté imbuida de ninguna verdad):  que muchas concesiones deberían dársele  al amor platónico. Una persona que no es en absoluto sentimental se vuelve asombrosamente así si se la reduce al amor platónico. Como yo deseo obedecer sus preciosos preceptos que condenan el mal gusto, no entraré en detalles. Pero píenselo, se lo suplico. Tenga alguna indulgencia hacia el ardiente amor platónico que usted despierta, si todavía se digna creer y aprobarlo. Su respetuosamente leal, Marcel Proust. Davidson, Chathy N. El libro del amor. Barcelona: Círculo delectores, S.A., 1.994. El hecho de que Proust ame a mujeres misteriosas es
    • A. 

      Una causa del amor que cree sentir por Genevieve

    • B. 

      una consecuencia del amor que siente por Genevieve.

    • C. 

      una condición para poder amar a Genevieve.

    • D. 

      una causa y una consecuencia del amor que siente por Genevieve.

  • 3. 
    Texto 3. Marcel Proust a Genevieve Straus Jueves, después de dejarte. Madame: Amo a mujeres misteriosas, puesto que vos sois una de ellas, y lo he dicho con frecuencia en   Le Banquet , en el que a menudo me habría gustado que usted se reconociese a sí misma. Pero ya no puedo seguir amándola por completo, y le diré por qué,  aunque  no  sirva de  nada,  pues bien  sabe  usted que  uno  pasa  el  tiempo  haciendo  cosas inútiles o,  incluso, perniciosas, sobre  todo cuando  se está enamorado,  aunque  sea  poco. Cree  que  cuando  alguien  se hace demasiado accesible deja que se evaporen sus encantos, y yo creo que es verdad. Pero déjeme decirle qué sucede en su caso. Uno habitualmente la ve con veinte personas, o, mejor dicho, a través de veinte personas, porque el joven es el más alejado de usted. Pero imaginemos que, después de muchos días, uno consigue verla a solas. Usted sólo dispone de cinco minutos, e incluso durante esos cinco minutos está pensando en otra cosa. Pero eso no es todo. Si alguien le habla a usted de libros, usted lo encuentra pedante; si alguien le habla de gente, a usted le  parece  indiscreto (si  le  cuentan)  y curioso  (si le  preguntan);  y si alguien  le  habla  de usted misma,  a  usted le  parece ridículo. Y así, uno tiene cien oportunidades de no encontrarla deliciosa, cuando de repente usted realiza algún pequeño gesto que parece indicar una leve preferencia, y uno vuelve a quedar atrapado. Pero usted no está lo bastante imbuida de esta verdad (yo no creo que esté imbuida de ninguna verdad):  que muchas concesiones deberían dársele  al amor platónico. Una persona que no es en absoluto sentimental se vuelve asombrosamente así si se la reduce al amor platónico. Como yo deseo obedecer sus preciosos preceptos que condenan el mal gusto, no entraré en detalles. Pero píenselo, se lo suplico. Tenga alguna indulgencia hacia el ardiente amor platónico que usted despierta, si todavía se digna creer y aprobarlo. Su respetuosamente leal, Marcel Proust. Davidson, Chathy N. El libro del amor. Barcelona: Círculo delectores, S.A., 1.994. En la expresión: " Uno habitualmente la ve con veinte personas, o, mejor dicho, a través de veinte personas ...", la parte subrayada tiene por función
    • A. 

      Introducir una negación.

    • B. 

      modificar una interpretación.

    • C. 

      Hacer una aclaración.

    • D. 

      Contradecir lo dicho anteriormente.

  • 4. 
    Texto 3. Marcel Proust a Genevieve Straus Jueves, después de dejarte. Madame: Amo a mujeres misteriosas, puesto que vos sois una de ellas, y lo he dicho con frecuencia en   Le Banquet , en el que a menudo me habría gustado que usted se reconociese a sí misma. Pero ya no puedo seguir amándola por completo, y le diré por qué,  aunque  no  sirva de  nada,  pues bien  sabe  usted que  uno  pasa  el  tiempo  haciendo  cosas inútiles o,  incluso, perniciosas, sobre  todo cuando  se está enamorado,  aunque  sea  poco. Cree  que  cuando  alguien  se hace demasiado accesible deja que se evaporen sus encantos, y yo creo que es verdad. Pero déjeme decirle qué sucede en su caso. Uno habitualmente la ve con veinte personas, o, mejor dicho, a través de veinte personas, porque el joven es el más alejado de usted. Pero imaginemos que, después de muchos días, uno consigue verla a solas. Usted sólo dispone de cinco minutos, e incluso durante esos cinco minutos está pensando en otra cosa. Pero eso no es todo. Si alguien le habla a usted de libros, usted lo encuentra pedante; si alguien le habla de gente, a usted le  parece  indiscreto (si  le  cuentan)  y curioso  (si le  preguntan);  y si alguien  le  habla  de usted misma,  a  usted le  parece ridículo. Y así, uno tiene cien oportunidades de no encontrarla deliciosa, cuando de repente usted realiza algún pequeño gesto que parece indicar una leve preferencia, y uno vuelve a quedar atrapado. Pero usted no está lo bastante imbuida de esta verdad (yo no creo que esté imbuida de ninguna verdad):  que muchas concesiones deberían dársele  al amor platónico. Una persona que no es en absoluto sentimental se vuelve asombrosamente así si se la reduce al amor platónico. Como yo deseo obedecer sus preciosos preceptos que condenan el mal gusto, no entraré en detalles. Pero píenselo, se lo suplico. Tenga alguna indulgencia hacia el ardiente amor platónico que usted despierta, si todavía se digna creer y aprobarlo. Su respetuosamente leal, Marcel Proust. Davidson, Chathy N. El libro del amor. Barcelona: Círculo delectores, S.A., 1.994. Entre la expresión:" Jueves, después de dejarte”' que aparece al inicio de la carta, y el contenido de la misma, existe una relación determinada por el hecho de que el autor
    • A. 

      Desea que Genevieve sepa que él le escribe todos los jueves después de dejarla.

    • B. 

      . quiere que Genevieve conozca las impresiones que en él deja luego de que se separan.

    • C. 

      Espera que Genevieve esté informada de las cosas que él hace cuando se separa de ella.

    • D. 

      Anhela que Genevieve entienda la soledad que él siente cuando se aleja de ella.

  • 5. 
    Texto 3. Marcel Proust a Genevieve Straus Jueves, después de dejarte. Madame: Amo a mujeres misteriosas, puesto que vos sois una de ellas, y lo he dicho con frecuencia en   Le Banquet , en el que a menudo me habría gustado que usted se reconociese a sí misma. Pero ya no puedo seguir amándola por completo, y le diré por qué,  aunque  no  sirva de  nada,  pues bien  sabe  usted que  uno  pasa  el  tiempo  haciendo  cosas inútiles o,  incluso, perniciosas, sobre  todo cuando  se está enamorado,  aunque  sea  poco. Cree  que  cuando  alguien  se hace demasiado accesible deja que se evaporen sus encantos, y yo creo que es verdad. Pero déjeme decirle qué sucede en su caso. Uno habitualmente la ve con veinte personas, o, mejor dicho, a través de veinte personas, porque el joven es el más alejado de usted. Pero imaginemos que, después de muchos días, uno consigue verla a solas. Usted sólo dispone de cinco minutos, e incluso durante esos cinco minutos está pensando en otra cosa. Pero eso no es todo. Si alguien le habla a usted de libros, usted lo encuentra pedante; si alguien le habla de gente, a usted le  parece  indiscreto (si  le  cuentan)  y curioso  (si le  preguntan);  y si alguien  le  habla  de usted misma,  a  usted le  parece ridículo. Y así, uno tiene cien oportunidades de no encontrarla deliciosa, cuando de repente usted realiza algún pequeño gesto que parece indicar una leve preferencia, y uno vuelve a quedar atrapado. Pero usted no está lo bastante imbuida de esta verdad (yo no creo que esté imbuida de ninguna verdad):  que muchas concesiones deberían dársele  al amor platónico. Una persona que no es en absoluto sentimental se vuelve asombrosamente así si se la reduce al amor platónico. Como yo deseo obedecer sus preciosos preceptos que condenan el mal gusto, no entraré en detalles. Pero píenselo, se lo suplico. Tenga alguna indulgencia hacia el ardiente amor platónico que usted despierta, si todavía se digna creer y aprobarlo. Su respetuosamente leal, Marcel Proust. Davidson, Chathy N. El libro del amor. Barcelona: Círculo delectores, S.A., 1.994. A juzgar por la manera como Marcel Proust describe a Genevieve Straus, en el texto 3, se puede afirmar que él
    • A. 

      La valora por sus características de mujer de prestigio.

    • B. 

      No la valora por sus características de mujer de prestigio, sino por su belleza física.

    • C. 

      No valora ni su belleza física ni sus características de mujer de prestigio.

    • D. 

      LA valora, ante todo, por sus características intelectuales.

  • 6. 
    Texto 3. Marcel Proust a Genevieve Straus Jueves, después de dejarte. Madame: Amo a mujeres misteriosas, puesto que vos sois una de ellas, y lo he dicho con frecuencia en   Le Banquet , en el que a menudo me habría gustado que usted se reconociese a sí misma. Pero ya no puedo seguir amándola por completo, y le diré por qué,  aunque  no  sirva de  nada,  pues bien  sabe  usted que  uno  pasa  el  tiempo  haciendo  cosas inútiles o,  incluso, perniciosas, sobre  todo cuando  se está enamorado,  aunque  sea  poco. Cree  que  cuando  alguien  se hace demasiado accesible deja que se evaporen sus encantos, y yo creo que es verdad. Pero déjeme decirle qué sucede en su caso. Uno habitualmente la ve con veinte personas, o, mejor dicho, a través de veinte personas, porque el joven es el más alejado de usted. Pero imaginemos que, después de muchos días, uno consigue verla a solas. Usted sólo dispone de cinco minutos, e incluso durante esos cinco minutos está pensando en otra cosa. Pero eso no es todo. Si alguien le habla a usted de libros, usted lo encuentra pedante; si alguien le habla de gente, a usted le  parece  indiscreto (si  le  cuentan)  y curioso  (si le  preguntan);  y si alguien  le  habla  de usted misma,  a  usted le  parece ridículo. Y así, uno tiene cien oportunidades de no encontrarla deliciosa, cuando de repente usted realiza algún pequeño gesto que parece indicar una leve preferencia, y uno vuelve a quedar atrapado. Pero usted no está lo bastante imbuida de esta verdad (yo no creo que esté imbuida de ninguna verdad):  que muchas concesiones deberían dársele  al amor platónico. Una persona que no es en absoluto sentimental se vuelve asombrosamente así si se la reduce al amor platónico. Como yo deseo obedecer sus preciosos preceptos que condenan el mal gusto, no entraré en detalles. Pero píenselo, se lo suplico. Tenga alguna indulgencia hacia el ardiente amor platónico que usted despierta, si todavía se digna creer y aprobarlo. Su respetuosamente leal, Marcel Proust. Davidson, Chathy N. El libro del amor. Barcelona: Círculo delectores, S.A., 1.994. A partir de la información presentada, en el texto 3, se puede concluir que
    • A. 

      Genevieve Straus, ha hecho daño de modo intencional a Marcel Proust.

    • B. 

      Genevieve Straus no es responsable del sentimiento de amor que vive Marcel Proust.

    • C. 

      Marcel Proust y Genevieve Straus son igualmente responsables del sentimiento de amor que él experimenta

    • D. 

      Marcel Proust se ha hecho daño a sí mismo debido a su idealismo excesivo.

  • 7. 
    Texto 3. Marcel Proust a Genevieve Straus Jueves, después de dejarte. Madame: Amo a mujeres misteriosas, puesto que vos sois una de ellas, y lo he dicho con frecuencia en   Le Banquet , en el que a menudo me habría gustado que usted se reconociese a sí misma. Pero ya no puedo seguir amándola por completo, y le diré por qué,  aunque  no  sirva de  nada,  pues bien  sabe  usted que  uno  pasa  el  tiempo  haciendo  cosas inútiles o,  incluso, perniciosas, sobre  todo cuando  se está enamorado,  aunque  sea  poco. Cree  que  cuando  alguien  se hace demasiado accesible deja que se evaporen sus encantos, y yo creo que es verdad. Pero déjeme decirle qué sucede en su caso. Uno habitualmente la ve con veinte personas, o, mejor dicho, a través de veinte personas, porque el joven es el más alejado de usted. Pero imaginemos que, después de muchos días, uno consigue verla a solas. Usted sólo dispone de cinco minutos, e incluso durante esos cinco minutos está pensando en otra cosa. Pero eso no es todo. Si alguien le habla a usted de libros, usted lo encuentra pedante; si alguien le habla de gente, a usted le  parece  indiscreto (si  le  cuentan)  y curioso  (si le  preguntan);  y si alguien  le  habla  de usted misma,  a  usted le  parece ridículo. Y así, uno tiene cien oportunidades de no encontrarla deliciosa, cuando de repente usted realiza algún pequeño gesto que parece indicar una leve preferencia, y uno vuelve a quedar atrapado. Pero usted no está lo bastante imbuida de esta verdad (yo no creo que esté imbuida de ninguna verdad):  que muchas concesiones deberían dársele  al amor platónico. Una persona que no es en absoluto sentimental se vuelve asombrosamente así si se la reduce al amor platónico. Como yo deseo obedecer sus preciosos preceptos que condenan el mal gusto, no entraré en detalles. Pero píenselo, se lo suplico. Tenga alguna indulgencia hacia el ardiente amor platónico que usted despierta, si todavía se digna creer y aprobarlo. Su respetuosamente leal, Marcel Proust. Davidson, Chathy N. El libro del amor. Barcelona: Círculo delectores, S.A., 1.994. La intención cenral del texto 3 es
    • A. 

      Hacer una solicitud.

    • B. 

      presentar un reclamo.

    • C. 

      Presentar una disculpa

    • D. 

      Hacer una crítica.

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