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El precursor del automovilismo en Medellín fue el millonario de principios de siglo Carlos Coriolano Amador. Amador, el hombre más rico en la ciudad por la época, que acostumbraba hacer viajes de veraneo a Europa y Norteamérica, trajo, a finales de 1899, un De Dion Bouton, pequeño automóvil francés de dos puestos de fabricación tan incipiente como lo era la industria automotriz en el momento. El carro desembarcó en Puerto Colombia. Llegó en cajas desde París y tomó el rumbo del río Magdalena hasta Puerto Berrío. De allí siguió a Medellín a lomo de mula, pero en Barbosa la recua no pudo seguir y el final del recorrido tuvo que hacerse en andas La fecha exacta de su estreno, fue el 19 de octubre del mismo año, día en el que también estallaba en el país la Guerra de los Mil Días. Cuando Amador salió de su casa - que por entonces estaba en la Calle de Palacé y se le conocía como "Palacio Amador"- muchos curiosos se apostaron en la calle para ver el extraño artefacto y su elegante chofer, contratado por Amador en Francia para venirse a conducirlo en esta ciudad. Años después, cuando el auto no era ninguna rareza, gracias a que varios habían sido importados ya, se inició algo parecido a una fiebre de automovilismo. Las carreras se efectuaban en un descampado llamado el "Frontón del Jai Alai"
La primera “varada” El auto recorrió normalmente varias cuadras, pero al llegar a los alrededores del Parque Berrío se descompuso y todo lo que el conductor francés hizo para repararlo fue inútil. Para regresar el vehículo al "Palacio" fueron necesarios varios voluntarios que lo empujaran. Acudió Carlos Amador a Roberto Tisnés, el más famoso mecánico de la ciudad de entonces, que entre sus trabajos más prominentes tuvo el de instalar las primeras plantas de energía eléctrica de la ciudad, desde la primera de vapor hasta la de Guadalupe. Le encomendó la reparación de su auto y al final el mecánico no sólo lo logró, sino que más adelante se quedó con él. Se hizo famoso su chiste cuando le preguntaban sobre cuántas personas cabían en su carro, y él respondía "dos en el interior y dos empujando".
Los “Montoyas” de la época Para 1916, había unos trece automóviles registrados en Medellín, frente a 60 coches tirados por caballos. Pero fue en 1909 cuando trece pudientes ciudadanos de la naciente villa juntaron tres mil dólares para traer de los Estados Unidos un "Pullman". Un automóvil lujoso (del que no está claro su marca, tal vez era un Ford) de color rojo que el ingeniero Luciano Restrepo, recién llegado de ese país, junto al mecánico Tisnés armaron intuitivamente en una cochera de propiedad de Antonio Arango Lalinde, en un sitio que se llamaba Los Balkanes.
Cierta tarde, los armadores del vehículo, junto a Luis Escobar lo llenaron de gasolina (que por entonces se debía importar a un alto costo de Estados Unidos) y se dirigieron con él a la carretera El Poblado. El carro apenas andaba entre el pasmo de la gente y el espanto de las recuas de equinos. Según se cuenta, un ternero que salió en "la Vuelta de los Tejadas" fue el primer arrollado por un auto en la ciudad. De regreso al centro de Medellín, la gente salió a las calles y se asomó a los balcones para ver pasar el carro. No faltaron quienes hasta le gritaban afiebradas ¡vivas! a Antioquia. El "automóvil rojo" pasó varios meses paseando a sus 30 dueños y luego fue rifado entre ellos en el Club Unión
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